viernes, 9 de septiembre de 2011

Ginés Liébana, pintor y poeta: “La pintura siempre es literaria"





Ginés Liébana


Julia Sáez-Angulo



Ama el Barroco con todas sus fuerzas, está convencido de que es el período de mayor esplendor del arte en España, por eso el pintor y poeta Ginés Liébana (Torredonjimeno, Jaén, 1921) –cordobés de educación y corazón- respeta y continúa aquel espíritu en su pintura del siglo XXI.

“He mantenido el Barroco y su liturgia; donde no existe la tradición todo es copia. Me gusta sorprender y huir el tópico. Juego con el absurdo porque me aburre el tópico”, dice el artista.

El lenguaje de Ginés Liébana es la figuración, en la que aparecen figuras aladas y personajes singulares, peces... dentro de paisajes, celajes y arquitecturas fantásticas. “Para los cordobeses San Rafael y los ángeles son algo muy querido, explica el pintor, al tiempo que muestra la continuidad de unos cuadros con otros, “algo curioso y casual, no buscado, que me sugiera la idea de exponerlos todos juntos para contemplar esa coincidencia”.

El autor se ríe cuando lee que su pintura es literaria. “Toda la pintura es literaria y eso lo explicó muy bien Cesar González Ruano, al que hice tres retratos y yo llevaba en mi coche a Cuenca donde pasaba el verano. La abstracción siempre necesita más literatura que la figuración para explicarse”.

“En los años 60 y 70, cuando el grupo El Paso y la abstracción reinaba, resultaba muy duro mantenerse en la figuración, pero yo estuve firme en mis propósitos, aunque me ignorasen los manchegos (se refiere a Antonio Gala y a Francisco Nieva).

Retratos de González Ruano y Federico García Lorca

El capítulo de retratos constituye una buena galería en su estudio, dentro de su residencia madrileña, y allí se pueden contemplar los rostros de un joven Antonio López, César González Ruano, Federico García Lorca; Sara Montiel... “De vez en cuando acepto encargos, pero los tomo con calma y a veces tardo más de dos años”, dice Liébana.

Trabaja en varios cuadros al mismo tiempo, porque a veces le gusta detenerse y pasar a otro. “Hay cuadros que me hago de una tacada de cuatro horas, como ese rostro que hice el otro día”.

Se confiesa un trabajador empedernido que pinta sin cesar y que cuando descansa va a su cuaderno de notas, reflexiones y poemas, donde vierte sus conceptos y juegos de lenguaje. Ginés Liébana tiene en su haber más de quince libros que acogen teatro y poesía fundamentalmente.

Hombre sociable y de larga trayectoria h merecido las medallas de Oro de Andalucía y de Córdoba, y le sorprende un tanto la desatención institucional en Madrid, ciudad donde vive. Su casa, no lejos de la Plaza de Castilla, ha sido sede de encuentros y tertulias culturales donde se hablaba de arte, literatura, teatro, música... “de humanismo”, concluye Liébana.

Por esos encuentros han pasado Carmen Laffon, Antonio López, Lucía Bosé, Francisco Umbral, Eduardo Haro Tecleen, Rafael Alberti, Luís Rosales... Recuerda como Umbral llegaba y succionaba energía de inmediato. “He retratado a algunos de ellos y guardo unos ciertos retratos”.

Personaje singular, Ginés Liébana se admira de que España haya dado dos genios tan grandes en la pintura del siglo XX: Picasso y Dalí. “España es un país que da grandes figuras individualistas como Velázquez, Goya o Buñuel”.

Poeta de buenos registros

Como poeta reconoce que leyó mucho a Juan Ramón Jiménez siendo niño y que ha bebido del flamenco. Recita algunos poemas inéditos y de ellos se escapan versos como “el cielo no daña el amarillo de la hoja” o “el olor asesino muestra su desamparo”.

“Tuve suerte al nacer en 1921, porque conocí Andalucía y, sobre todo Córdoba, con una belleza sobrecogedora. El desarrollo y el turismo han roto aquella estampa”. El pintor asegura que la fonética andaluza es mejor y más suave que la castellana, “la acerca al italiano y al francés”.

Ginés Liébana sigue leyendo versos: “Arranca el aguijón de la tristeza/ que es manjar pastueño” o “Duele la dureza del carazo que hay en ti/ y debo defenderme”. Otros poemas hablan de un “pájaro parado” o de “sombras tostadas”. Algunos de sus versos resuenan como aforismos o greguerías. El humor no está ausente de muchos de ellos.

El artista andaluz pinta, escribe y saborea la vida. Trabaja la pintura en formatos medianos y pequeños porque desea que llegue a todo el mundo y “no sólo a los museos o a los millonarios que llenan sus casas con grandes formatos”.

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