sábado, 3 de septiembre de 2011

Maite Brik y Gloria López en “La reina de la belleza de Leenane”, hermoso drama realista y cruel

“La reina de la belleza de Leenane”
Martin Mc Donagh
Traducción y adaptación Vicky Peña
Dirección: Álvaro Lavin
Actores: Maite Brik; Gloria López;
Orencio Ortega y Pablo Gómez
Producción ejecutiva: May Pascual
Teatro Alcalá. Sala II Madrid






Julia Sáez-Angulo



Sólo por la catarsis se puede superar un drama así, duro, hermoso, cruel, terrible sobre la condición humana, que cuatro actores ponen en pie en el Teatro Alcalá de Madrid. La convivencia doméstica y familiar cerrada, impedida por las dificultades físicas y económicas gravita sobre dos mujeres, madre e hija, con egoísmos respectivos, ajustes de cuentas pendientes y venganzas. Apenas si hay un respiro para la ternura, salvo en el personaje de Pato.

“La reina de la belleza de Leenane” forma parte de una trilogía del denominado teatro cruel de Martin Mc Donagh, que plantea una historia dramática realista en una zona rural de Irlanda, donde lo único que pasa es una vaca de vez en cuando si alguien se asoma a la ventana. Pero la alterativa de la odiada Inglaterra no es sino un duro trabajo como emigrante menospreciado. Ray, el personaje más joven lo pone de manifiesto: o morir rápidamente con la droga o morir lentamente durante 70 años en un campo verde y aburrido.

Interpretación soberbia

Las dos mujeres, Maite Brik y Gloria López dan vida y muerte a los dos personajes protagonistas: madre hipocondríaca e hija amargada y un tanto autodestructiva. Los diálogos son sencillos y bien llevado por las actrices que van conformando paulatinamente el “huis clause” de jean Paul Sarte, la puerta cerrada en la que se pone de manifiesto que “el infierno son los otros”.

Ni un respiro para la comprensión o la trascendencia. Todo es de un naturalismo feroz, de unos sueños que vagan someramente por instantes que fluyen y huyen para dejar de nuevo la más absoluta desolación. Solo el bello y magnífico monólogo de Orencio Ortega (Pato) en la carta que envía a Maureen se aprecian gotas de cariño, esperanza y ternura, pero la vida lo va a engullir en un destino aciago.

Pablo Gómez tiene un papel algo enfático que le obliga a sobreactuar en ocasiones. Exceso de tacos, que no sé si figuran tanto en el original. Le da realismo romo y le hace perder valor de drama atemporal y universal. Su inicial acento andaluz se fue mitigando en el transcurso de la función. Un acento adorable pero que a los castellanos nos resuena a localismo puntual y distrae el contenido.

En suma, una obra magnífica y bien interpretada en un escenario sobrio pero preciso y creíble. Teatro cien por cien que reconcilia a los espectadores con el valor de la escena.

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