viernes, 14 de septiembre de 2012




David Hockney inmortaliza el paisaje de Yorksire en el Museo Guggenheim




Julia Sáez-Angulo

         Muerto Julian Freud es el artista británico más cotizado del presente. El talento de David Hocney para dibujar y para el color es algo asombroso y así se pone de manifiesto en la exposición “David Hocney. Una visión más amplia”, que tiene lugar en el Museo Guggenheim de Bilbao hasta el 30 de septiembre. La exposición ha sido patrocinada por Iberdrola.

         Conocida era su faceta como retratista infinito con su particular poética alegre, desenfadada y pop, sin perder un ápice de la maestría de su trabajo pictórico. Residente en California desde hace varias décadas, Hocney regresó a su condado natal de Yorksire en 2004 y, a partir de ese momento, comenzó a representar los paisajes en derredor de su infancia.

         Los dibujos con iPod, más rápidos que con acuarela, constituyen una de las características singulares de esta muestra. El artista británico se ha interesado en todo momento por las nuevas tecnologías y comprobó que el iPod le permitía una mayor y mejor capacidad de trabajo. Algunos de los dibujos obtenidos los ha llevado después al óleo. Otros se han impreso en papel y se han conjuntado en un políptico a la vista del espectador.

         Hocney es un heredero renovado de los impresionistas por su sentido del color y su pincelada rápida. El mismo confiesa que está interesado en las ninfeas de Monet, así como en su deseo de representar un objeto como las catedrales con distintas luces y momentos.

         El mismo camino recto de Yorksire y el bosque de Woldgate lo ha representado siguiendo el ritmo de formas y color de las cuatro estaciones del año. El resultado es espléndido, gozoso, asombroso. Hockney es un genio para interpretar la realidad con una figuración fresca y restallante, con toda la alegría de vivir que cabe en su paleta y pinceles. La llegada de la primavera con sus brotes rápidos y cambiantes, da pie al pintor a un apresamiento rápido de la mirada borracha en sus retinas de un verde y una floración emergentes.

         La exposición ofrece también un espacio a la recreación del cuadro “El sermón de la montaña” (1656), un “d´aprés” del cuadro que pintara Claude de Lorain. Al artista le interesa la disposición del espacio del cuadro original, asi como la gran isla que emerge de la tierra para situar a Cristo y sus discípulos. El gran formato del original sigue en el trabajo de Hocney, si bien a veces lo fragmenta en un políptico de ajustes precisos.

         Dos películas ofrecen al visitante un encuentro con las opiniones artísticas de David Hocney al tiempo que su forma de pintar y de llevar el pincel. Autor de escenografías, el Guggenheim muestra algunas de sus maquetas. Igualmente las fotos a las que se dedicó el autor durante un tiempo o sus cuadernos de apuntes y acuarelas.

         Ciertamente es una exposición muy completa que da una idea clara del trabajo y forma de hacer y actuar de David Hockney, quien confiesa que lo que de verdad le interesa es el proces creativo.


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