lunes, 3 de noviembre de 2014

“Al final de la carretera”, otra de Willy Russell en el Teatro Fernán Gómez de Madrid






Julia Sáez-Angulo

         Cumplir cuarenta años lleva a la crisis de demon de midi –demonio del mediodía-  que dicen los franceses. Es el demonio que tienta en la mitad de la vida a casados que les gustaría recuperar su libertad o a los clérigos que desearían hacer lo mismo. Es la tentación de cambio que se produce la mitad de la vida, la gran prueba vital en la que se rompe o se sigue después de una buena reflexión.

     De esto trata la obra teatral Al final de la carretera de Willy Russell en el Teatro Fernán Gómez de Madrid

         La pieza se resuelve en una comedia de costumbres, más que en el drama profundo que es la tentación del “mediodía”, como lo hubiera enfocado un Arthur Miller, por ejemplo. La versión de la obra de Rusell, traducción y adaptación, es de Juan Carlos Rubio. La dirección, de Javier Olivares.






         Cuatro actores ponen es escena del Teatro Fernán Gómez de Madrid, la situación en una urbanización de fuera de la ciudad, donde no hay mejor cosa  que hacer que vigilarse unos a otros y tratar de subir en estatus respecto al vecino, de ganar refinamiento en comidas y vinos… en tontería, en definitiva.

         Los nombres de los actores: Mélani Olivares, Manuel Vaqueiro, Marina San José y Raúl Peña. Todos ellos ágiles, desenvueltos, cumplen su papel dando vida a Laura, Rafael, Victoria y Alfonso.

         Las gracias, los chistes, el humor… se han adaptado a la situación española, con la música de David Bisbal o con los nombres de las calles de la Zarzuela española, algo que la hace más cercana, pero quizás también más costumbrista.  La gente se ríe con la obra Al final de la carretera, una obra digna de versión y representación, aunque el tema se presta a una profundidad y drama mayores. En Al final de la carretera el final no está muy razonado, aunque el final abierto sea quizás el más adecuado.

        


         

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