miércoles, 2 de agosto de 2017

ALMIREZ. Refugiados, Drama y Problema












Julia Sáez-Angulo

            Nadie duda de que los refugiados políticos sufren un drama humano, personal y familiar, que les marcará toda su vida, pero su llegada masiva y su presencia están creando problemas muy graves a la vieja Europa, que se ve literalmente invadida por ellos. Cierto que muchos de los que buscan entrar en Europa no son precisamente refugiados políticos, sino económicos, en busca de un mejor estatus, pero todo tiene un límite.

            No se puede, en aras del buenismo, acoger a todo el que llega, máxime cuando aparecen empujados o alentados por mafias y ONG que viven de ello. Los mafiosos y ONG son avisados desde Libia y otras partes del Mediterráneo, para ir al rescate de “su mercancía”, por lo que los refugiados trabajan con red. Italia y España son los países más afectados por el drama y el problema. Sus fuerzas de seguridad, los primeros agredidos.

            Una vez aquí comienza el problema de saturación, de huida o de expulsión, de inclusión en el nuevo país o de incidentes por otra cultura, sobe todo respecto a las mujeres “magreadas” en Colonia y otros lugares, por renuentes a quitarse el burka en sitios públicos, con el peligro de sospecha que ello entraña. Cuando no, con los lobos solitarios que acechan con camiones o cuchillos al grito de Alá es grande, con sucesivas víctimas de los ciudadanos acogedores, y acaban por hacerles desistir de acudir a eventos públicos, donde pueden aparecer esos miserables.

            Más grave aún cuando estos refugiados e instalados crean su propia bolsa jurídica y vigilancia policial propia en los barrios para ejercer su imposición sobre las mujeres que no llevan velo, burka o las familias que no cortan el clítoris a las niñas. Se sabe que es así en Francia y otros países y no se actúa, por miedo y temor a rebeliones de barrio o a la opinión pública. Tenemos dirigentes timoratos y  ortoplacistas.

            No es lo mismo un refugiado que un terrorista. Cierto, pero en la avalancha, Europa no tiene tiempo de controlar y distinguir.  En bien de todos hay que tomar medidas más decisivas para cortar abusos de mafias, ONG, que conllevan el interés crematístico de los que trabajan en ellas, cuando no, la bisoñez, de cierta opinión pública sentimental que olvida que los recursos son limitados –ley elemental de la Economía. El mal se aloja y esconde entre la multiculturalidad que no funciona y en desgracia.

           


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