viernes, 8 de diciembre de 2017

“Troyanas” de Eurípides, traducción y versión de Alberto Cornejo, obra dirigida por Carme Portaceli en el Teatro Español







Julia Sáez-Angulo

            Troyanas del clásico griego  Eurípides, versión Alberto Cornejo,  es la obra dirigida por Carme Portaceli en el Teatro Español en Madrid, después de haberse interpretado en otras ciudades españolas. El dramaturgo más filósofo de los griegos, actualizado hasta hacerle parangón de nuestros días con el tema del imperio que se impone y los refugiados de guerra tras la batalla.

            El cuarto jinete del Apocalipsis, la guerra, se pone de manifiesto en las consecuencias sufridas por los troyanos –vae victis!- tras el triunfo de los griegos sobre la ciudad de Troya, después de diez años de asedio.

            Un engaño, una estratagema de Ulises con el caballo de madera, consigue al fin entrar en la ciudad y vencer en la noche cuando el sueño y el alcohol hacen presa de sus habitantes. Las mujeres son la segunda parte de la victoria, su reparto como esclavas del botín para los grandes vencedores de la matanza.

            Canta, oh musa, la cólera de Aquiles, éste es el primer verso de Homero a la hora de narrar la Ilíada, epopeya en la que por fuerza Troya iría siempre unida a Grecia su vencedora cruel o, quizás no tanto, si lo interpretamos a la luz del contexto histórico.

            La obra de teatro acoge los personajes de Hécuba, Casandra, Andrómaca, Polixena, Helena, Briseida y Taltibio para articular un diálogo dramático entre la victoria y la derrota, la razón y la sinrazón, la muerte y la vida, la crueldad y la compasión, la piedad y las órdenes implacables, la mujer y el varón… El ser humano con la sensibilidad de ayer y de hoy entremezcladas.

            El carácter discursivo con que se arranca la obra, en la voz de Taltibio resulta antipático, innecesario, justificativo… Suena a moralina previa de la obra. El espectador, como el lector, gusta del texto directo, de la palabra hecha argumento y réplica, sin mediación interpretativa alguna.

            Obra fuerte que huele a Eurípides sin serlo del todo, pese a que la metáfora clásica siempre sirve para el presente. Clásico quiere decir permanente. Troyanas es una producción para el Festival de Mérida y allí resonaría en toda su grandeza. En el Teatro Español queda más familiar y cercana.

            Poco ha cambiado el hombre desde la guerra de Troya, ciudad prolongada en espíritu por Eneas en su periplo posterior. Algunas observaciones de esta puesta en escena que, al menos, chocan al espectador que esto escribe: Hécuba –magnifica interpretación de Aitana Sánchez-Gijón- resulta demasiado joven en su caracterización. El maquillaje dramático podría paliar esta sensación. La nuera Andrómaca parece mayor que Hécuba.

            La fisonomía que caracteriza hace mucho más de lo que se cree, por muy teatro de la palabra ante el que nos encontramos. A Briseida y Andrómaca no las imaginamos de la manera presentada, sino más nínfulas, como lo son Elena o Polixena, esta última magistralmente presentada, por medio de Alba Flores, como un espectro estilizado y blanco que se pasea por el espacio entre los personajes, después de haber muerto ante la tumba de Ulises. Una presencia sublime.

            Taltibio vestido con un traje gris de nuestros días resulta cotidiano y más patético que su personaje, ya de por sí retórico y lamentoso.

Alba Flores, en Polixena

            Por lo demás Troyanas es una obra que nadie debe perderse en estos tiempos en que se hurtan los clásicos greco-latinos en el bachillerato.


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